Somos siervos para la gloria de Dios y debemos obrar para el reino con gozo y entera disposición, sin esperar nada a cambio. Solo rogando en todo momento a nuestro Padre que está en los cielos que en lo que servimos seamos cumplidores y obedientes a su ley, dándole gracias sin cesar por la oportunidad inigualable de servir al Rey de Reyes.
Seamos evangelistas, misioneros, levitas, profetas, apóstoles, somos todos amantes del Señor de la gloria y debemos venir delante de El diciéndole: Heme aquí Señor, envíame a mi, humillándonos ante el para que su gracia abunde en nuestros corazones, para que su amor sea corona para nuestras almas.
En Lucas 17:7-9, Jesús explica a sus discípulos que aún un siervo cumpliendo con su deber, el amo no tiene por que agradecerle de lo que ha cumplido, pues es simplemente su deber, e incluso que el amo aun pide mas atención y esfuerzo de su siervo, dejando este último, sus asuntos en un segundo plano. Si quieres tomar la cruz y seguir a Cristo, debes servir a la obra sin mirar a diestra ni a siniestra. Nosotros debemos ser obreros extraordinarios para el reino de Dios para que nuestra salvación sea plena, la cual es nuestra recompensa.
Miremos como en Mateo 20:26-28, se explica claramente que el que quiere hacerse el mayor, el grande, tiene que dejar a un lado su ego y someterse a servir de corazón al Señor.
Estamos llamados a servir, de diferentes modos, alimentando al hambriento, ayudando al anciano, a la viuda, al huérfano, dándole una palabra de parte del Señor a alguien, ya que todos, sin excepción alguna estamos necesitados de la palabra de Dios.
Hemos sido escogidos para ir mas allá de nuestras fuerzas y dar todo lo de nuestras vidas al amor a Cristo y a nuestros hermanos, pues el nos ha amado y ha prometido estar con nosotros hasta el fin del mundo.
Recordemos que hay promesas para los servidores de Cristo, veamos en Joel 2;29: “Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días”, promesa maravillosa donde anuncia que en los días finales, el Padre de la misericordia derramará su poderoso Espíritu Santo sobre cada uno de sus siervos y seremos distinguidos para su gloria como siervos del Señor de las Alturas. Observemos lo sucedido a Pablo y a Silas, relatado en Hechos 16:16-34, cuando ellos estando en Filipos, una mujer con espíritu de adivinación, reconoció de inmediato que ellos eran siervos del Altísimo, fueron golpeados y apresados por la ciudad y siguieron glorificando a Dios, y luego vino su recompensa. Miremos como más adelante, en los versículos 32 y 33, Pablo y Silas, luego de que el Todopoderoso con su mano fuerte y brazo extendido los sacó de la cárcel, pues por su fé fueron salvos, predicaron la palabra de Dios al carcelero y a toda su familia, el carcelero les lavó las heridas.
Fíjense como ellos se humillaron, creyeron en el Padre bueno y justo y obtuvieron su paga, pues mediante la palabra que Dios había puesto en sus bocas gobernados por el Espíritu Santo, se convirtió a Cristo una familia completa y la palabra de nuestro Señor dice que quien hace que una persona se arrepienta y se vuelva a Cristo, cubre una multitud de pecados y se gana la corona de la vida. Ellos se humillaron y recibieron favores de la mano de Jehová de los Ejércitos por servirle.
¿Quieres recibir la recompensa? Te espera un sinnúmero de bendiciones si sirves al Príncipe de Paz, siempre dándole la gloria a El, sin pretextos para nada, sírvele en lo poco y El te recompensará en lo mucho. El es fiel y conoce los corazones humildes y serviles de sus hijos.
Altagracia Valoy
22/05/2009